Antes de entrar en valoraciones personales, os dejo el argumento:
El objetivo de Andrew Neiman (Miles Teller), un joven y ambicioso batería de jazz, es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este. Marcado por el fracaso de la carrera literaria de su padre, Andrew alberga sueños de grandeza. Terence Fletcher (J.K. Simmons), profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio. Cuando Fletcher elige a Andrew para formar parte del grupo, la vida del joven cambiará. (FILMAFFINITY)
Como adelanto en el título de la entrada esta es una de las principales preguntas que se debería hacer cualquier persona que vea la película. Fletcher utiliza un método autoritario de amenazas, humillación y sufrimiento - maltrato psicológico, en otras palabras- para que Andrew alcance la excelencia como batería. Aquí es donde planteamos que, claro, ese es el fin último de la educación: el desarrollo personal del ser. ¿Entonces legitimamos este método? MI respuesta es clara: no. Estas maneras despues socavan la personalidad del propio individuo, generando un genio pero con unas capacidades sociales y una personalidad modeladas por la violencia, la humillación y el miedo entre otros. Al igual que antes se decía que la letra con sangre entra y hoy, por suerte, quedan pocos docentes que lleven esa frase por bandera.
Este debate se ha tenido en el aula con una actividad en la cual todos los alumnos - bajo el rol de padres- tenían que leer un texto del autor Frank Kafka en el cual describía la educación llevada a cabo por su padre, que era autoritaria, implicaba el maltrato físico y ni siquiera el padre mostraba ejemplo - Kafka describía como su padre los obligaba a no dejar ni una migaja de pan en la mesa mientras su lado de la mesa estaba lleno-. Durante el debate, uno de los candidatos a futuro docente expuso los mismos argumentos que he señalado en el párrafo anterior pero de manera positiva: esa educación llevó a Kafka a ser un genio.
Creo en la autoridad pero no en el autoritarismo. Es posible tener un buen ambiente de aula sin que los alumnos pasen líneas rojas, respeten al docente y cumplan. El miedo o la intimidación va a llevar a que muchos alumnos comiencen a despreciar a la figura del docente y a la escuela, no queriendo ir y argumentando su miedo - y con razón.
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